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lunes, 21 de mayo de 2012

Historias de una ciudad - Por Miguel Hernandez

Por Miguel Hernández Valverde .// Me gusta esta ciudad. Me gusta, a pesar de que el ayuntamiento para pagar su nefasta gestión sangre aún más a sus ciudadanos para poder hacer frente a las deudas; ciudadanos que la mayoría no saben para qué sirven los trabajos que realizó una UTE que en los próximos días se llevará 1.500 millones de pesetas limpios de polvo y paja. Me gusta, a pesar de que se amplíen las zonas azules de aparcamiento en nombre de una gestión judicial que parece tener los días contados, cuando todo el mundo sabe que es para recaudar más. Me gusta, aunque tenga una empresa pública que sea una ruina, que pague sueldos increíbles a algunos y ni tan siquiera reúne a su Consejo de Administración.
 
- "¿Para qué reunirlo? ¿Para deprimirnos más?" - dice algún concejal al que todavía no se le cae la cara de la vergüenza.

A  pesar de todo me gusta esta ciudad.
Lo reconozco, esta ciudad tiene algo, y eso que en plenas fiestas, subiendo al Castillo, te puedas encontrar con un coche patrulla cargado de cochecito, bebé y suegra incluida, mientras tú tienes que sudar la gota gorda en su empinada y maravillosa Cuesta. Me gustará, a pesar de que un día de estos no me extrañaría nada que la policía, siguiendo instrucciones inoportunas de algún superior, me multe por calarse el coche en un semáforo, eso sí, inmaculadamente vestidos.
Me gusta, a pesar de que cada vez que paseo por una glorieta, que tras su operación de cirugía estética ha salido trasquilada, fea y algo gris, me recuerde la glorieta que fue y que ya nunca será.

A pesar de todo esto... esta ciudad tiene algo.
Y me imagino (me gusta imaginar) una ciudad donde su calle Mayor recupere, gracias a la intervención pública, todo su esplendor; donde la Vía Verde que recorre las arterias principales del Noroeste Murciano "hierva" de gente cada día del año y no sólo algunos días cada siete años; donde su gastronomía haga venir hasta sus comedores a visitantes de cien kilómetros a la redonda. Me imagino (me gusta imaginar), una ciudad que durante el día viva y sueñe con dormir bajo la Luna de Barranda, en la que sus museos se abran al mundo de par en par, una ciudad que acoja bajo sus techos a miles de turistas que decidan pasar unos días en la comarca y que no sean viajeros de ida y vuelta.
Y me imagino (me gusta imaginar) una ciudad embarcada junto a Calasparra, Moratalla, Bullas y Cehegín en mil sueños y diez proyectos; en la que sus ciudadanos puedan gritar desde sus altares que "esta ciudad tiene algo", que "por algo sus fiestas serán dentro de poco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad", y que puedan decir al mundo entero que "esta comarca tiene duende", que "esta ciudad tiene futuro" y que "esta comarca tiene sentido".

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